The Muffin
El periodismo tía y la infantilización de la inteligencia

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Storybakers:
Ha llegado la hora de preguntarse si ha sido demasiado.
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No desde la equivocada superioridad intelectual que alejó al periodismo de la sociedad.
Sí desde el entendimiento de que una sociedad sobresimplificada está destinada al retroceso y a la pereza mental.
El reproche no va en exclusiva a las nuevas generaciones.
Podría argumentarse ahí que el reclamo atiende a la típica inconformidad de las viejas generaciones respecto al modo en que funciona el nuevo mundo.
El reproche va a la pereza extendida que como sociedad nos lleva a empeñar el conocimiento en aras de una empatía que raya con frecuencia en el reconocimiento de nuestra propia estupidización.
La empatía pasa por entender al otro.
Por ponerse en su lugar.
Pero no por tratarlo como un niño eterno al que hay que entretenerlo para que aprenda.
Encaja esa abundancia de contenido “empático” con esa tendencia a ser un “kidult”.
Un adulto con gustos de niño.
Un adulto que envejece con la idea de seguir viendo la vida como un juego.
Un adulto que se niega a ser viejo.
Los creadores de contenido han detectado la oportunidad.
No sólo, insisto, los de nueva generación.
Los que tienen nuevos códigos, formas y expresiones.
También los adultos que en vez de procurar contenido especializado abrazan el que he bautizado como el “periodismo tía”.
Ese que protagoniza, habitualmente, una persona mayor de 40 o 50 años con explicaciones de historias en forma de chisme.
Todo digerible, todo en modo cotilleo, todo for dummies.
Lo defino oficialmente como sigue:
Periodismo tía: Forma de divulgación informativa que prioriza la simplificación extrema, el tono coloquial y la emocionalidad superficial, disfrazando la falta de profundidad como empatía accesible. Nace de la buena intención, pero termina infantilizando a la audiencia.
Es una involución del periodismo explicativo acuñado por Vox y perfeccionado por Johnny Harris y Cleo Abram.

Un retroceso cognitivo en el que la madurez de la audiencia no está representando consumos más profundos y dedicados sino una eterna permanencia en la educación básica.
Lo empático y lo simple funciona como puerta de entrada.
No como la constante para hacernos de conocimiento.
No como la constante para desarrollar nuestro pensamiento crítico.
A comienzos de este año, múltiples medios reportaron que Netflix estaba solicitando a sus guionistas que escribieran diálogos y reflexiones cada vez más enunciativas.
Que el clásico “show don’t tell” dejara de operar para que en todo momento pudieran retener o recuperar la atención de un espectador distraído por otras pantallas.
Derek Thompson, en uno de sus ensayos más recientes, detalla los riesgos de una sociedad en la que todo se convierte en televisión.
Toma como ejemplo los podcasts.
Esos que pasaron de la intimidad y la atención decidida al show en video que se consume de forma fragmentada, con atención esporádica y con cada vez más apego a la estética.
Argumenta que Tiktok es también una forma de televisión.
Una, además, que nos lleva a saltar de un tema a otro sin profundizar en nada.
E incluso las plataformas de videojuegos apuntan hacia allá.
EA Sports, por ejemplo, se estaría planteando adquirir derechos de transmisión de distintas competencias deportivas.
Hace unos meses, Apple TV y la MLS firmaron un acuerdo para que EA transmitiera cuatro juegos desde su plataforma.
La literatura también se ha vuelto televisiva.
Los libros que más trascienden se piensan para impactar como serie o película.

Otra vez, como televisión.
El periodismo tía diluye todas las barreras.
Nos coloca a todos en la educación básica.
Y lo peor, es que a muchos no nos interesa graduarnos.
El juego de niños se ha convertido en el método de consumo y aprendizaje que más nos convence.
La empatía en nuestros tiempos pasa por reducir el número de palabras que usamos.
La autenticidad, por simular alegría y felicidad y por extremar nuestra desfachatez.
El conocimiento y el periodismo en modo cotilleo tendrían que estar en lo más alto del funnel.
Ser apenas un recurso para enganchar.
No el sistema educativo y periodístico por completo.
Más tarde que temprano pagaremos las consecuencias.
O, quizás, ya lo hacemos.
Después de todo, un personaje de reality show, es presidente de Estados Unidos.

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