El voyerista
¿Y los organismos de control interno?
Por Alfredo Guzmán
Cuando surge la sospecha, lo mejor es mostrar que no hay tal y que la corrupción, elemento que se pregona como distintivo de gobiernos como los que se tienen en Acapulco y Chilpancingo, que no son iguales.
Empiezan a surgir sospechas que deben ser acalladas con información.
Si algo distingue a cualquier gobierno que se precie de ser eficiente, son sus órganos de control interno, funcionan, al cien y no son amigos lo que los presiden.
Toda obra debe ser acuerdo de cabildo, en el caso de los municipios de Chilpancingo y Acapulco.
Deberá estar planeada, programada y en el presupuesto, con costos, tiempos y ser producto de licitación pública.
Toda obra que no cumple con esos requisitos, llama a sospecha. Y si hay algo que distingue a las presidentas municipales de Acapulco Y Chilpancingo, es la opacidad. Los cabildos estorban. Los órganos de control, están controlados.
El gobierno que quiera repetir, seguir o mantenerse en el poder, debe ser transparente.
El pasado reciente de Acapulco, con Adela Román, establece un cochinero, que nunca se limpió.
Abelina López Rodríguez, actual edil de Acapulco, amenazó, gritó y acusó sin pruebas y parece que ahora quizá, al saber cómo esconder la basura como los gatos, mejor calla.
Lo mismo hizo Norma Otilia Hernández Martínez, quien de la misma manera hoy calla y genera escándalos que al menos la pueden inhabilitar para seguir en la política.
Decía Ernesto P. Uruchurto, aquel regente del Distrito Federal, a su asesor, quien le establecía que no había dinero para poder hacer algunos gastos extras, no considerados.
-“Haz banquetas”, -pero si las banquetas están bien- responde el asesor.
-“Por eso, si requieres dinero y no hay forma de explicarlo, destruye y vuelve a construir, así saldrá el dinero extra, que se requiere”
Esta lección parece bien aprendida por Abelina en Acapulco y Norma Otilia en Chilpancingo.
Una reconstruye el zócalo de Acapulco, destruye y repara banquetas y obras no consideradas en el presupuesto, pero que no requieren ser justificadas y hay sospechas de elevar los costos de las acciones.
Norma Otilia sin haber motivo que lo establezca, cerró la alameda central y ahora sólo ella sabe qué hará, porque nadie tenía en consideración una reconstrucción ahí.
No son obras prioritarias, no son urgencias, pero el recurso es lo que se persigue.
Ya habrá momento de justificar el gasto y cómo nadie reclama, suponemos que hay reparto de utilidades entre regidores y autoridades.
Lo mismo ocurrió en la biblioteca del Congreso del estado, sin que hubiera justificación que lo reclamara, se destruyó, se iba a reconstruir y mejor no se hizo nada, pero los beneficios están a la vista. Un esperpento de obra sin terminar y nada por aquí, nada por allá.
Enhorabuena.
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