José González Cedillo
Nunca más un crimen de lesa humanidad
Juicio Post mortem a Díaz Ordaz
“Ahí vienen los estudiantes” El 2 de octubre mi padre llegó a casa eso de las siete de la noche: estaba alterado. Con urgencia nos pidió que le diéramos una pala y desesperado repetía que “ahí vienen los estudiantes, ahí vienen los estudiantes” …
Volteé a todos lados, no vi a nadie. Quedé confundido y atemorizado por el extraño comportamiento de mi padre quien sostenía una pala en la mano pidiendo ayuda antes de salir a la calle.
Después que descargó la tierra y cascajo que había en el camión de volteo en el que llegó mi padre, entró a la casa agitado por la tarea a la que no estaba acostumbrado; con el escombro cubrió desniveles del patio.
Escondido en un rincón, atrás de un enorme ropero, escuché lo que mi padre le contó a mi madre.
“Algo terrible sucedió en Tlatelolco, muchas patrullas, el ejército, ambulancias, balazos, gritos, gente corriendo por todos lados sin rumbo fijo” narró a mi madre invadida por la angustia del relato.
Mientras tanto, traté de sintonizar el miniradio que usaba por las noches para escuchar rolas de los Beatles y Credence antes de dormir y no entró ninguna señal, así que fui a dormir sin saber qué pasó.
Al otro día, jueves, sino mal no recuerdo, como todos los días, acudimos a la escuela mi hermano, vecinos y yo.
Dos calles antes de llegar a la escuela, una señora nos dijo que no había clases porque unos estudiantes agresivos y peleoneros venían hacia las escuelas a golpear a la gente.
Sin más información di marcha atrás, de regreso a casa. Mi madre platicaba con las vecinas que igual tenían información de una matazón de estudiantes.
El tema de los estudiantes trascendió y ya luego los obreros y los trabajadores se convirtieron en los malos que golpeaban a los policías y se enfrentaban a los soldados: poco a poco las calles se quedaron solas.
El viernes 4 de octubre, Doña Meche, conocida diputada del PRI porque daba regalos en Día de Reyes y Días del Niño, regalaba los contornos del Pan Wonder en bolsitas, aconsejó que tuviéramos cuidado con los estudiantes y con los obreros armados.
El rumor de una masacre de Tlatelolco hizo estragos. Se acusó a los estudiantes y trabajadores de ser los causantes.
Como todos los sábados, mi padre nos llevó a casa de la tía, hermana de mi madre. Al bajar del carro, mi primo el mayor, nos dijo que entráramos rápido porque algo malo estaba sucediendo en toda la ciudad.
Mi curiosidad creció como el número de muertos. Se supo que los detenidos fueron llevados al Palacio Negro de Lecumberri. Me enteré que mi primo fue uno de los enjaulados. Era el hijo de otra hermana de mi madre. Él estaba en la Prepa 8.
Mi primo fue a comprar bolillos a La Luna, una panificadora cerca de San Fernando y Calzada de Tlalpan, a unas calles de su casa.
Unos policías lo interrogaron y al identificarse como estudiante sin más lo treparon a una camioneta de resguardo conocida como “Julia” con destino a la cárcel de Eduardo Molina.
Mi querido primo fue detenido como un delincuente, no lo podía creer… Alguien avisó del levantón y la familia se movilizó para ir al rescate.
Como siempre, en muchas familias de aquellos tiempos, la tía pudiente se hizo cargo del rescate. Ella era enfermera titulada, que era mucha academia para una mujer en aquellos tiempos.
Finalmente, luego de una considerable suma, la tía acaudalada le señaló a un milico quién era mi primo: “es ese, el greñudito”. De inmediato fue sacado de la fila y llevado al automóvil donde lo esperaba su mamá, dos tías, la abuela y un tío.
La familia muégano llevó a mi primo sano y salvo a casa. Ahí contó la épica anécdota que fue subido a la Julia luego de identificarse como estudiante.
Pelo largo, tenis, rompevientos y pantalón de mezclilla, estudiante, rebelde, justiciero, lo declararon como traidor a la patria y golpeador de policías, cuando él estaba por entrar a comprar bolillos para la cena.
Esos días fueron difíciles de entender, uno veía a estudiantes con cigarro en mano, morral, pelo largo, despeinado, jóvenes con portafolios; uniformados bien peinados o personas con gorras beisboleras, trabajadores, en general y las tripas se hacían remolino.
Los medios atrajeron la atención con la transmisión de los Juegos Olímpicos del 68 y la mala imagen de los estudiantes y trabajadores, generada por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, quedó en pausa.
Poco se hablaba de la carnicería de Tlatelolco, todos hablaban de Enriqueta Basilio quien encendió el pebetero olímpico. Los comentarios centrales de la justa deportiva fueron los récords mundiales.
Paradójicamente en ese 68 se conmemoró el veinteavo aniversario de la Declaratoria Universal de los Derechos Humanos, ignorados por el Ejército y civiles uniformados, por el propio Secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez.
La arenga del “2 de octubre no se olvida” sigue viva, aunque miles la utilizan y prostituyen para vandalizar y exorcizar el odio a la vida, aunque no sepan el significado de esa masacre y de la lucha social que se vivía en esa época.
El oficialismo no sólo corrompió a las instituciones, también vació las arcas del pueblo para beneficio familiar y de clanes.
En el recuento de los daños Poniatowska escribió que “Ha llegado el día en que nuestro silencio será más elocuente que las palabras que ayer callaron las bayonetas.” No Elenita, el silencio es cómplice, comparsa. El que calla, otorga y más cuando el daño es colectivo.
Raúl Álvarez Garín, físico matemático de la ESFM. Profesor de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN, delegado ante el CNH y preso en Lecumberri, relató en su momento.
“No es que yo me “metiera” al Movimiento Estudiantil; ya estaba adentro desde hace mucho. Entiéndeme, yo soy del Poli; allá tengo mi casa; allá están mis cuates, los vecinos, el trabajo.
Allá nacieron mis hijos. Mi mujer también es del Poli. El Movimiento lo traemos dentro desde hace muchos años. ¡Aquí no hay improvisación, ni “puntada”, ni “buena onda”, ni nada! No se trata de eso.
Se trata de defender todo aquello en que creemos, por lo que siempre hemos luchado y antes de nosotros nuestros padres y los padres de nuestros padres…
Provenimos de familias de obreros, de gente que siempre ha trabajado, y trabajado duro. Así lo expresó Álvarez Garín.
Carolina Pérez Cicero, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM precisó “que la fuerza y la importancia del Movimiento Estudiantil se la dio la represión”.
Más que ningún discurso político, el hecho mismo de la represión politizó a la gente y logró que la gran mayoría participara activamente en las asambleas.
Se decretó que en cada escuela habría paros y allí mismo surgió la idea de las brigadas y de los comités de lucha en cada Facultad.
Los brigadistas eran muchachos y muchachas de la base estudiantil que realizaban todo tipo de actividades, desde recolectar dinero hasta hacer mítines relámpago en la calle, en los barrios más alejados, en las colonias proletarias.
Gustavo Gordillo, miembro del CNH, destacó que “las grandes manifestaciones fueron una de las armas políticas más eficaces del Movimiento”.
Miércoles 2 de octubre de 1968.
Miércoles 2 de octubre del 2024.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, emitió este miércoles un decreto de disculpa del Estado para las víctimas de la represión estudiantil de 1968, un episodio que marcó la historia del país.
En su primera conferencia de prensa matutina, la Presidenta destacó: “hace 56 años, en la plaza de Tlatelolco, después de un movimiento estudiantil que lo que pedía era libertad, democracia, libertad de los presos políticos, fue perpetrada una de las mayores atrocidades que se vivió en México en la segunda mitad del siglo XX”-
Antes de firmar el primer decreto de Estado sobre la matanza del 2 de octubre expreso que la “Segob hará una disculpa pública a nombre del Estado a todos los familiares que perdieron a algún familiar el 2 de octubre.
Las disculpas públicas de un crimen de lesa humanidad engrandecen a los pueblos, reconoce crímenes como éste y al mismo tiempo pone un alto y dice nunca más”, subrayó.
La disculpa pública será efectiva y mejor aceptada, social y políticamente, cuando se juzgue y sancione penalmente, post mortem al criminal que encabezó el “gorilato” hace 59 años. Juicio político a Gustavo Díaz Ordaz
Calle Doce
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