LECTURA POLÍTICA
Camuflajes del poder
Noé Mondragón Norato
En el pasado, los gobiernos priistas fueron duramente cuestionados por enarbolar la represión como el rostro duro del autoritarismo y la intolerancia. La matanza de los estudiantes el 2 de octubre de 1968 abrió un parteaguas en la historia del país. Esa tendencia a resolver los asuntos públicos con el garrote en la mano, provocaron sucesivamente, las crisis políticas que terminaron con la expulsión del PRI de la presidencia del país en la elección de julio de 2000. Pero las formas del poder han cambiado y adquirido otros rostros. Sin renunciar a los deseos infinitos del hombre: poder y gloria. El pulso y la coyuntura lo ratifican.
EL PODER COMO FIN. – En su libro “El poder, un nuevo análisis social”, el premio Nobel de Literatura y filósofo británico Bertrand Russell, establece el criterio del poder como fin. “Cuando se ha asegurado cierto moderado grado de comodidad, tanto los individuos como las comunidades persiguen el poder más que la riqueza, buscan la riqueza como un medio para el poder, o quieren aumentar la riqueza para aumentar el poder, pero tanto en el primer caso como en el último su motivo fundamental no es el económico. Por eso el concepto fundamental de la Ciencia Social es el poder”. De ahí se abre lo demás: 1.- Tras el estallido de la crisis en materia de seguridad en Chilpancingo que alcanzó su punto más álgido con el crimen del edil electo, Alejandro Arcos Catalán, algunos grupos de poder camuflados con el ropaje “ciudadano” demandaron en redes sociales la renuncia de la gobernadora Evelyn Salgado. Es claro que buscaban el desplazamiento del poder de la actual mandataria estatal. Pero hay dos referentes ineludibles al respecto: los exgobernadores Rubén Figueroa Alcocer y Ángel Aguirre Rivero. El primero fue obligado a dimitir del cargo por la masacre de 17 campesinos en el vado de Aguas Blancas ocurrida el 28 de junio de 1995. El segundo, por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa el 26 y 27 de septiembre de 2014. En ambos casos, se estableció el criterio de la represión gubernamental como factor clave para expulsarlos del gobierno estatal. La opinión pública y los propios agraviados cerraron filas en ese sentido. Lo demás vino de manera natural.
2.- El gobierno de Evelyn Salgado heredó un panorama desolador en materia de seguridad pública. Su antecesor Héctor Astudillo, no logró avances significativos en ese sentido. De los más de cincuenta casos etiquetados como crímenes políticos registrados durante su sexenio, en ningún momento se exigió su renuncia al gobierno estatal por dicha estadística sombría y siniestra. Porque además, en el primer tramo de su gobierno −los primeros tres años− contó con el apoyo incondicional del presidente priista Enrique Peña Nieto. Algo que perdieron los exgobernadores Rubén Figueroa con el expresidente tricolor Ernesto Zedillo y el propio Ángel Aguirre, justamente con Peña Nieto. Y en el segundo, Astudillo se dedicó a tender pactos políticos con el Morena y con AMLO para salir indemne ante una eventual derrota del PRI en el gobierno estatal en la elección de 2021, tal y como ocurrió. Como sea, la semilla de la inseguridad y de la imparable violencia ya estaba sembrada. 3.- De algún modo, el expresidente AMLO tampoco le aportó nada interesante a la contención del problema. Literalmente hizo caso omiso. Se enfocó en “las causas” que lo generaban. Es decir, en la atención a la pobreza y a los grupos sociales vulnerables. Fue su llave maestra para “encantar” masivamente a las audiencias. Con un plus adicional que también replicó la gobernadora de Guerrero: a diferencia de los exgobernantes priistas no reprimieron nunca a los movimientos sociales. Los normalistas de Ayotzinapa tuvieron mano ancha para generar desmanes y propiciar un ambiente de zozobra y anarquía. Incendiaron camionetas de la fiscalía. Destrozaron puertas y cristales de los edificios públicos. Secuestraron autobuses como ya es su costumbre. Vandalizaron el palacio nacional y también el de la entidad. Pero no se encontraron con el garrote gubernamental que fue guardado. Y es ese, uno de los visibles activos políticos tanto del expresidente AMLO como de la gobernadora Evelyn Salgado. Pero camuflados bajo las más variopintas caretas, sus opositores intentan crear la coyuntura para regresar por viejas glorias. Porque en la recuperación del poder y como escribió Bertrand Russell: “la codicia organizada con pequeño o ningún disfraz ha desempeñado un gran papel en las guerras del mundo”.
HOJEADAS DE PÁGINAS…Es justo en la rememoración de la represión del pasado cuando a la diputada local priista, Beatriz Vélez Núñez, se le ocurrió la “genial” idea de proponer inscribir con letras doradas el nombre del exgobernador priista José Francisco Ruiz Massieu en el muro de honor del salón de sesiones del Congreso local, “por su compromiso con el servicio público y su influencia en el proceso de construcción de la democracia en México”, justificó. Marx escribió que la historia ocurre primero como tragedia y después como farsa. Ruiz Massieu era gobernador cuando nació el PRD en 1989 y fue de los represores más activos contra la militancia de ese partido en Guerrero. Extraña por eso mismo, que ningún legislador perredista refutara a la legisladora priista. El exgobernador tricolor pudo ser el gurú político de la militancia de ese partido, pero está lejos de ser considerado como un adalid de la democracia a la que en los hechos, siempre trató de frenar.
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