LECTURA POLÍTICA
El “Sol” que abrasó al rector de la UAGro
Noé Mondragón Norato
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Como si se tratara de un fenómeno fuera de serie y hasta atípico, el concierto del cantante Luis Miguel en Acapulco, despertó fanatismos desbordados al grado de que hasta ciertos personajes políticos causaron polémica. Y con ello refrendaron que están lejos de formar parte de los entes pensantes y con altos grados académicos que presumen con inusual alharaca en medios de comunicación y redes sociales. Basta con pulsar los hechos para confirmarlo.
FANATISMOS POLÍTICOS. – En su libro “Lenguaje e Ideología”, el sociólogo francés Olivier Reboull identifica varios tipos de ideologías como parte del control social que el poder utiliza para dominar a las masas. Pero una destaca en la actual coyuntura: las ideologías difusas. Estas consisten en llamar a las masas a consumir sin emplear la coacción. Es decir, sin tener que aplicar el uso de la fuerza. Tienen que hacerlo voluntariamente y convencidos. Encajan ahí los fanáticos del futbol que acuden a los estadios con el fin de “observar” el encuentro entre dos equipos. Sin reparar que están siendo obligados sutilmente, a llenar esas plazas. Pero lo hacen contentos y conformes con su condición de presas dispuestas a contribuir a generar riqueza a favor de quienes siempre los han dominado. Luego, se quejan de los altos salarios que ganan los futbolistas sin reparar que son ellos quienes los financian.
Están por otro lado, aquellos que lo hacen también para “disfrutar” de un espectáculo aparentemente normal y hasta lúdico. Así como el del cantante Luis Miguel. Se lee así: 1.- Las figuras creadas por el mundo del espectáculo y la mercadotecnia guardan el fin avieso de trastornar la realidad. Hacer creer a las masas que el artista “de moda” debe convertirse necesariamente, en objeto de consumo. Creada esa necesidad, lo que sigue es obtener una ganancia económica.
Fincada no solo en un grotesco y hasta desproporcionado “buen gusto musical”, vendido con amplitud y esperando encontrar la adhesión de más fanáticos. Pero también, en una figurada y repentina adquisición de status social. En otras palabras: sólo aquellos que tienen una alta o mediana capacidad financiera pueden acudir a “presenciar” a ese “Sol” artificiosamente engañoso. Forman parte del público “selecto”. Y así lo venden ruidosamente en cafés y pláticas informales. Y los que pueden, hasta en los medios de comunicación y las redes sociales. Sin embargo, al público hay que darle lo que pide en un escenario estatal y municipal —el de Acapulco— surcado por la violencia imparable. Como si ese fuera un bálsamo real que la aliviara. O como si se pretendiera que por lo menos en eso, una parte de los guerrerenses coinciden. El espectáculo debe continuar.
2.- Y como hasta en esos eventos se marcan distancias sociales, el rector de la UAGro, Javier Saldaña Almazán hizo valer la suya. Fincado en aquella frase recurrente de “rector rico, Universidad pobre”. Por supuesto que no podía diluirse con los plebeyos. Era impensable dada su jerarquía de “doctor”, pero sin ejercicio de su profesión. Y por eso mismo compró un palco especial que algunos ubican reservadamente, en 200 mil pesos.
Circuló profusamente una fotografía suya que lo delató. Como simple mortal, no podía quedar exento de aplaudir y saciarse con ese “Sol” que despertó pasiones, atizó fanatismos y movió a los aplausos. Pero desde su caro “trono” la alegría era diferente. Como alguna vez lo dijeron Los Beatles cuando se presentaron ante la Corte inglesa: “los de atrás aplaudan…los de adelante, simplemente hagan sonar sus joyas”. El rector de la UAGro no exhibió sus joyas, pero lo demostró de otro modo: pagando con dinero que esquilma a los trabajadores y estudiantes universitarios a través de su tesorera Leticia Jiménez Zamora, esos miles de pesos. La factura salió a favor de un cantante desafinado y en franco declive. Porque la euforia de las masas era altamente contaminante. Se escuchaba por todos lados. Era necesario y hasta casi obligado, presumir que se estuvo ahí. Rozarse con aquellos que compartían ese
“gusto”. Había que meterse a formar parte de aquel rebaño de la mercadotecnia, comprando boletos caros que llenaran egos.
Establecieran diferencias. Porque una cosa era asistir y otra mostrarse diferente. Así, y como los miles de fanáticos dispersos por todos lados, el rector de la UAGro acudió al espectáculo del cantante Luis Miguel y obtuvo sus rayos de “Sol”. Pero no contó con que la insolación terminaría quemándolo.
HOJEADAS DE PÁGINAS…El que ya demostró una visible debilidad de carácter político, es el edil suplente de Chilpancingo, Gustavo Alarcón Herrera. No sólo porque hasta el momento ha prorrogado la planeación de las políticas públicas que aplicará durante su trienio —no se sabe qué es lo que informará de sus primeros “Cien días de Gobierno” – sino porque su personal de seguridad determina qué es lo que dirá a la prensa y qué no. A empujones, casi levantándolo en vilo y con respiración entrecortada dada la fuerza que le aplican, el alcalde se deja llevar por dos de sus guaruras. Algo que ni la gobernadora Evelyn Salgado ni la presidenta Claudia Sheinbaum permiten. ¿Por qué razón el edil panista tolera ese literal atropello a su investidura? Es una pregunta que está obligado a contestar a todos sus gobernados.
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