- Cambiar de partido, una vez electos, es una traición al partido y a votantes.
- Necesario garantizar que la política sea una cuestión de principios, no de intereses personales: PAN.
- No hay que ser tan descarados, corruptos e indigentes políticos y legislativos, señalan ciudadanos
Por Guillermo Pimentel Balderas
Así, de la noche a la mañana renuncian al PRI, PAN y PRD, incluso MC, para pasarse a Morena, para quedar exonerados de cualquier delito y no solo eso, sino que quedan protegidos por el manto de la impunidad que sigue extendiéndose desde Palacio Nacional.
Por ello, hay muchas dudas y hasta escepticismo de que la iniciativa de la diputada panista Claudia Montes de Oca del Olmo que busca sancionar a los representantes populares que, una vez electos, se cambien de partido. Se duda tenga éxito, inclusive, hasta sea tomada en serio pues, quienes mandan también en el Congreso capitalino son los morenistas y sus “satélites”.
Es cierto que los ciudadanos les dan la confianza para que los representen con integridad y valentía con los principios y propuestas del partido por el que fueron electos. Pero… cambiar de partido, una vez electos, es una traición a esa confianza. Además, la legisladora panista expuso que, la “Ley Antichapulín”, prevé reformas a la Constitución Política de la Ciudad de México, al Código de Instituciones y Electorales, a Procedimientos de la Ley de Responsabilidades Administrativas y a la Ley Orgánica del Congreso.
“Proponemos que cualquier diputado que, decida cambiar de partido político una vez electo, pierda su cargo y sea inhabilitado para desempeñar cualquier cargo público durante un periodo de entre 6 y 9 años”, precisó y puntualizó: “Se busca blindar y defender la voz de la ciudadanía que representan y fortalecer el sistema de contrapesos. Un poder legislativo en el que los diputados puedan moverse de un lado a otro sin restricciones, en un Congreso vulnerable a la manipulación y pueda ser fácilmente sometido a los intereses del Ejecutivo”.
A su vez, el diputado Andrés Atayde (también del PAN) consideró que el fenómeno del “chapulineo” que lamentablemente se ha incrementado en los últimos años, es una práctica que “no solo implica traicionar a los partidos políticos que los propusieron en su momento sino traicionar, sobre todo, a las y los vecinos que votaron por estos chapulines pensando que en su momento representaban un proyecto político”.
Comentó que se busca “no solo dar certeza a las y los ciudadanos sobre sus representantes sino también, evitar la compra de voluntades a través de acuerdos que se hacen en lo oscurito o a través de presiones del aparato oficial”.
Asimismo, Montes de Oca, destacó que llegó el momento de poner un alto al chapulineo y de garantizar que la política sea una cuestión de principios, no de intereses personales. “Dejemos de premiar con impunidad a los chapulines. Construyamos juntos una democracia representativa, fuerte y de principios”, enfatizo.
Ejemplos, hay demasiados.
El común denominador es que todos los “opositores” se cambian a Morena y, no por convicción o por “amor” al color o ideales guindas de “no mentir, no robar y no traicionar”, porque, como se ha documentado ampliamente en medios informativos, es para suplicar el perdón a sus “pecados”. Más bien, a sus fechorías, corruptelas e ilegalidades para no pisar la cárcel y/o perder sus riquezas. Porque… dignidad y vergüenza para ellos no existe… más bien, no las conocen.
¿Nombres? Todos los sabemos, por ejemplo, los más sonados: Los Yunes de Veracruz. Miguel Ángel Yunes Linares y Miguel Ángel Yunes Márquez, quienes se han visto salpicados por escándalos de enriquecimiento inexplicable, corrupción e incluso pederastía.
Dulce Olvera, autora de un excelente reportaje sobre esta familia titulado: “El Clan Yunes”, afirma que es sabido que “a lo largo de tres décadas los Yunes siempre han navegado entre acusaciones, pero con su poder económico han visto salidas, como ahora dando discursos en el Senado”
Otro caso, los perredistas Araceli Saucedo y Sabino Herrera, senadores electos por Michoacán y Tabasco, respectivamente, fueron considerados como “traidores” por parte de los dirigentes del PRD y PAN, así como por militantes de ambos partidos, luego de que se unieran a la bancada de Morena en el Senado y sean usados para fines políticos.
También, cabe recordar que durante las elecciones del 2021, se observaron varios movimientos de los políticos que militaban en el PRI para irse a Morena. El más sonado fue el de Clara Luz Flores, ya que en febrero de 2020 renunció a su partido debido a que “su convicción” ya no era compatible con la del tricolor.
Entre los comprados por una embajada, esta la exgobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich, quien militó en el PRI por más de dos décadas, y fue expulsada el pasado 22 de junio por dicho partido tras convertirse en cónsul de Barcelona, España. El exgobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, quien también fue “echado” del partido por haber aceptado la embajada de México en España y, Carlos Miguel Aysa González, ex gobernador de Campeche, también expulsado del PRI luego de que aceptara ser embajador en República Dominicana.
Mi dignidad por una gubernatura.
En este tema, fueron los casos de Hidalgo, Julio Menchaca, quien militó alrededor de 30 años dentro del tricolor. Américo Villareal Anaya por Tamaulipas, Alfonso Durazo, por Sonora; ya antes, Layda Sansores, actual gobernadora de Campeche quien inició su carrera política en el PRI, donde militó 30 años. Después se incorporó al PRD, desde donde buscó la gubernatura en 1997; posteriormente se sumó al partido Convergencia y más tarde a Morena. En el caso de Omar Fayad, exgobernador de Hidalgo, no le gusto el “hueso” de embajador pero se quedo en las filas de Morena.
Y, no se diga los expriistas que entregaron su gubernaturas por no ser investigados o mejor dicho, dar a conocer lo investigado. Algunos de ellos son, Alfredo del Mazo, exgobernador priista del Estado de México; Quirino Ordaz, de Sinaloa, y más reciente, la candidata de la coalición opositora, conformada por el PAN, PRI y PRD, en la contienda electoral por la gubernatura de la entidad mexiquense, Alejandra del Moral.
Pero, si revisamos la lista de gobernadores de Morena, se observa que varios de ellos surgieron del priismo, como David Monreal de Zacatecas; Miguel Ángel Navarro de Nayarit y Lorena Cuéllar de Tlaxcala.
Entre otra de las traiciones de ex priistas esta la de Jorge Carlos Ramírez Marín, flamante exfuncionario con Enrique Peña Nieto y que sorprendió a muchos al anunciar que dejaría al PRI, instituto en el que permaneció durante décadas, para unirse a la bancada del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en el Senado de la República y hoy diputado con camiseta verde-guinda. Lo más vil es que al llegar a un escaño por voto popular no solo traicionó al PRI sino también a más de 400 mil ciudadanos que confiaron en él.
Así el chapulineo que no es otra cosa que la indigencia política que viene de muchos años atrás pero que, desde el, sexenio anterior se “institucionalizó”.
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