La prosa de Víctor Cuchí Espada (San Juan de Puerto Rico, 1962) presenta virtudes que escasean comúnmente. Además de la riqueza léxica que mantiene fresca la narración, el autor maneja con maestría una característica de la lengua española que casi nadie se atreve a explotar o siquiera experimentar hoy en día: en algunos enunciados evita la sintaxis más sencilla, recurso que nuestro idioma permite perfectamente, pero que parece desterrado de la mayoría de las publicaciones actuales, acaso en un afán excesivo de facilitar la lectura. En contraste, Cuchí Espada juega con la sintaxis de una manera natural, bien distribuida a lo largo de las páginas, y además de modo congruente con las características de los personajes.
Este ejemplar autografiado vivió una odisea para llegar a mis manos.
Todo lo que debe tener una buena novela histórica está presente aquí: no sólo aspectos de la cultura material como la vestimenta, los medios de comunicación y transporte, sino estructuras de pensamiento. Desde el primer párrafo el autor nos da una probada de la riqueza discursiva que hallaremos en el libro:
“El pasado es donde está la identidad. El pasado es donde está el olvido. El pasado no es ni uno ni otro. Es lo primero que se me ocurre. El pasado es el recuerdo y tal vez no, porque el recuerdo es imaginario. Mejor no recordar, entonces. El pasado sólo se recuerda en momentos de pereza. Toda mi vida he sido perezoso, por eso tengo buena memoria. Concluyo, pues, que donde reside la identidad está el olvido.” (p. 11).
Obviaré la trágica referencia bíblica del título, pero debo decir que aquí hay un desencanto, un escepticismo final acerca de las revoluciones y otro tipo de guerras, y sin embargo también hay una especie de costumbre al estilo de vida de quien ha participado en el combate y el espionaje. Al final, ¿por quién mueren los soldados? ¿A qué causas benefician realmente? ¿Qué parte llevan los civiles en estos procesos?
Un amor de juventud habita esta novela, pero es un amor que se transforma en uno de esos entes que no nos atrevemos a imaginar, pertenecientes a las orillas del amor mismo; la superstición que queda como una piel vacía cuando el hecho religioso ha dejado de ser comprendido en su fe y sus principios teóricos.
Los personajes son verosímiles, vibrantes, y nos proporcionan claves para comprenderlos a través de lo que dicen, callan y hacen. Los ademanes-comodín (ese vicio de las novelas “juveniles”) no están presentes en este texto; en su lugar hay toda una gama de acciones que nos completan un cuadro humano, visual y accesible. Los extranjerismos crudos del inglés y el francés, siempre justificados en el contexto de la narración, están sabiamente dosificados.
Otra virtud de El sacrificio de Urías está en las referencias a la historia de Venezuela y la de México, en un momento en que nuestro país parece despertar de su hipnotismo que lo ha tenido mirando siempre al norte, acentuado desde finales de la década de 1980. Es necesario conocer la historia de nuestros hermanos latinoamericanos, que tiene heridas y logros similares a los nuestros.
Si el lector busca el cliché del “ritmo vertiginoso” es mejor que busque otra lectura. Aquí hallará la prosa de un autor maduro, que conoce tanto la magia del quehacer creativo como el rigor del trabajo editorial, y que compensará su atención con las riquezas que desgrana a lo largo de cada capítulo.
El soporte material es elegante, comenzando con el sobrio diseño de interiores y la fotografía de portada, que tensa al lector entre la intriga y la añoranza. Publicado en 2021 por Ediciones Navarra, que cuenta con sus propios talleres de impresión, consta de 152 páginas en papel ahuesado, si no estoy equivocado, con un formato de 14 × 21 cm. El minucioso cuidado editorial estuvo a cargo de Adlaí Navarro García y el autor.
Estamos ante una lectura altamente disfrutable que despierta la reflexión, con un final difícil de adivinar porque le añade otro sentido a la presencia neblinosa de la muerte. Espero poder leer próximamente otra novela de este autor, quien también es profesor y autor de libros de historia.
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