EN OPINIÓN
A mis hijos. (Navidad del 2024)
Héctor Manuel Popoca Boone
Al tener setenta y cinco años, acepto con filosofía que debo prepararme para despedirme; ante lo inevitable del cierre de mi ciclo vital. Es absurdo no reconocer el deterioro acelerado que sufre mi sistema corporal que no del psicoemocional, que se traduce en achaques frecuentes y disminución de capacidades orgánicas, óseo-musculares y de los sentidos; restándome lentamente independencia y autonomía individual.
La vida me ha permitido contemplarla en todo su esplendor y magnificencia, pero también en sus manifestaciones de desgracias, de tiempos aciagos, sombríos, y de muerte. He gozado a lo largo de mi vida de abundancias, pero también de carencias; me han embargado todo tipo de emociones y actos edificantes; otros penosos además de réprobos; se me han generado sentimientos cohesionadores de amor y fraternidad; junto con otros confrontadores de odio y rencor; tanto en el ámbito material, como en el anímico y espiritual.
Me hago responsable de mis errores. Reparados están algunos. En todos he pedido perdón a los agraviados, las más de las veces, a distancia por un orgullo mal orientado.
Reconozco poseer salud básica, pero también he padecido postraciones y depresiones, producto de diversas enfermedades. He sentido el calor de fraternidades y la gelidez de las enemistades. He sabido rodearme de muchas amistades y poner saludable distancia a los adversarios y personas tóxicas. Tengo, a veces, pesar por mi carácter rebelde e irredento. He absorbido enseñanzas buenas e ilustrativas y desechado malos aprendizajes. Siempre trato de escudriñar todo tipo de motivaciones conductuales y de la psique humana en general. Mi curiosidad es inmensa y mis asombros no me cejan a esta edad. Nada de lo humano ni del universo me es anodino o ajeno.
He aprendido a acercarme a los seres humanos que hacen el bien y ayudan al prójimo, alejándome de los que practican la maldad. He aprendido a edificar, pero también a destruir sentimientos. Valoro en mucho la descendencia biológica, que es a la vez mi más importante trascendencia personificada en ustedes; que son las verdaderas y profundas huellas de mis acciones y pensamientos. En verdad que mi vida frisa en lo binario y bipolar con todos sus riesgos y desafíos. Carpe diem, (Horacio, dixit): Vivo mi vida hoy, y no la postergo para el mañana.
Como bien tituló Pablo Neruda su autobiografía: “Confieso que he vivido”. Yo también le he dado la cara a la vida como se ha presentado y no he declinado en mis afanes, por más retraído que me encuentre en circunstancias poco favorables. Mi espíritu y entusiasmo siguen incólumes. Estoy enhiesto y abierto a lo nuevo y a lo desconocido por descubrir. Aun cuando siento estar desfallecido no estoy doblegado, subordinado o encasillado. Podrán vulnerar mi cuerpo, pero jamás mi espíritu indomable. He padecido sufrimientos sin fin que han sido forja para seguir viviendo. Mis muchas fortalezas van a la par de mis pocas flaquezas. La inquietud constante, innata, no me da tregua. Decía Albert Camus: “En medio del infierno, aprendí al fin, que hay un eterno verano en mí”.
Mis rebeldías nacen de las limitaciones que tengo para otorgar mayores capacidades de superación personal y colectiva a mis semejantes. Por eso sigo abierto a los buenos ejemplos, deseoso de emularlos: con temple, carácter y dignidad. Mi fortaleza ética se encuentra sólida y sin mella alguna. Vivo porque no me rindo. Mis principios, valores e ideales me sostienen y le otorgan largo aliento a mi vida para seguir adelante.
Estoy fundido en el crisol de los diversos escenarios que la vida me ha destinado para actuar, pensar y convivir; muchos de ellos pletóricos de humanidad. No claudico de la lucha cotidiana porque ustedes, hijos míos, son mi sostén y motivo de vida. Por mis venas corren fluidos esenciales de la existencia de ustedes que me purifican sin cesar. Por eso soy un ser agraciado y con una inmensa gratitud al saber de su buena existencia, desempeño familiar y social. De su apoyo incondicional inmerecido.
Quiero seguir aprendiendo todo, de todos. A mi edad he desarrollado gran capacidad de observación y apreciación; justiprecio a la naturaleza, al mundo, al universo y a la gente que me rodea y acompaña. He aprendido a respetar y tratar de ser sencillo. Seguiré cuidando de mi cuerpo y mi espíritu. Compartirme es mi designio trazado a esta edad.
Busco la convivencia y la plática sabrosa con la vieja guardia y las generaciones emergentes. Destierro la soledad. Me satisface pasar la estafeta a las nuevas camadas de jóvenes, compartirles aleccionadoras lecciones y alertarlos de perjudiciales palabras, pensamientos y acciones, para así sortear de mejor manera las circunstancias complejas y difíciles que se les presenten.
Quiero vivir esta temporada final sin prisas ni estrés; darle tiempo a la contemplación, al recuerdo y a la meditación; a la enseñanza de saberes adquiridos y a la sumatoria de las experiencias tenidas. Subrayo que toda caída por prolongada que sea siempre será tan solo un eclipse pasajero que nos da la posibilidad de volver a brillar con mayor fulgor.
Deseo aprender a silenciarme cuando sea pertinente, para dar paso al disfrute de la polifonía que me rodea, repasar lo que me ha pasado y realizado a lo largo de mi vida, ahora que llego a la vejez como punto de encuentro y aterrizaje. Pienso, luego existo. (Descartes, dixit) Busco en este remanso la aceptación, con buen ánimo y fortaleza de espíritu, de lo que afrontaré cuando el momento de partir arribe como realidad ineluctable.
Veo la luz y quiero ver más luz (Goethe); pletórica de alegría, colorido y optimismo; llena de motivaciones y oportunidades sin par, que ilumine mi espíritu lleno de pasiones, ilusiones, entusiasmos y emociones excelsas, nacidas de mi alma, cultivadas con el corazón y mente, bagaje indeclinable hasta el último día de mi existencia, por más que mi accionar psicomotor esté limitado.
Recuerden hijos que el amar, ¡el amor!, supera con creces cualquier inicio de desfallecimiento, en el espectro de las infinitas maravillas que nos brinda el universo y nuestra madre naturaleza. La mujer seguirá siendo dentro de la especie humana, el mejor logro y expresión perenne de procreación y redención. Gracias le doy a la madre de ustedes por engendrarlos y haber sido el sostén principal de su educación.
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