Un Rapidín
-No era así, pero…
con angel irra Carceda
Inevitablemente, el alcalde de Chilpancingo, Gustavo Alarcón Herrera, está pasando sin pena ni gloria al frente del Ayuntamiento de Chilpancingo.
Ha sido conocido en la capital de Guerrero como un hombre bonachón y buen médico con un gran sentido social.
Sin embargo, todo ese reconocimiento que por años ganó, se van por la borda día tras día.
Y es vox populi que su llegada a la Presidencia Municipal, tras la tragedia por el asesinato del verdadero titular de la Comuna, Alejandro Arcos Catalán, de nada ha servido.
En la capital de Guerrero, Chilpancingo, por todos lados se asegura que Gustavo Alarcón “no manda”.
Se acuña que “por todos lados está maniatado”, que los titulares de las dependencias “no los designó el” y que, para acabarla de fregar, sus cercanos, incluidos familiares, “hacen su agosto con lo poco que le dejaron”.
Su servidor, les cuenta que esa película ya la vio. Cuando fue alcalde su padre, el doctor Saúl Alarcón, él (Gustavo Alarcón), fue el poder tras el trono. Mandaba.
Y otra cosa. ¿Saben qué? Creo que ya debería dejar la Presidencia Municipal.
¿Por qué? Porque el costo de su asunción edilicia ha sido grande, pesado, e incluso indigno, no por las circunstancias en que llegó, sino por las condiciones en que “gobierna”.
“Pena ajena”, dijera un agudo compañero de café.
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