LECTURA POLÍTICA
Dos puntos que restaron a Harfuch
Noé Mondragón Norato
Con un pleno abarrotado, la apoteosis adquirió tintes de pleitesía, sometimiento y rendición. De reconocer una realidad cruenta que baña al país, pero reparada, curada y festejada en las cifras y en los porcentajes. De ofertar una imagen fincada en simulaciones y alteraciones. Así, a su llegada al senado de la República la mañana del pasado miércoles, el secretario de Seguridad Pública federal, Omar García Harfuch, se encontró con amplias sonrisas y efusivos abrazos legislativos de todos los colores partidistas. Desfile de urgencias para tomarse la fotografía con él. Llevarse esa imagen en el celular como testimonio fugaz de lo inolvidable. Para presumir después, el acercamiento y la simpatía con ese funcionario bajo la frase reciclada e influyente: “es mi amigo”. Palmadas en la espalda y saludos apretados de mano que llevaban implícitas la aceptación, el confeti, los silbidos, las serpentinas y las porras. El respaldo político fue unánime. No había ninguna duda. Y por eso Omar estaba feliz. Se supo dueño absoluto de la tramoya, el escenario y de toda la audiencia que conformaba ese gran teatro político. Como es obvio, pasó por su comparecencia ileso y sin raspaduras. Pero, a diferencia de los ciudadanos comunes, esa élite política de senadores es la que conserva su burbuja protectora. La certeza de que el fenómeno delictivo no los alcanzará con su torvo y largo brazo. Es la seguridad que solo provee el poder ejercido desde las más altas esferas. De ahí se lee lo demás.
UNA DE CAL, OTRA DE ARENA. – Previo a su comparecencia en el senado en la coyuntura del desglose del primer informe de la presidenta Claudia Sheinbaum, el secretario de Seguridad Pública federal se encontró con cuando menos dos escenarios que surcaron lesivamente su momentáneo optimismo: 1.- Para llegar fortalecido a esa

comparecencia, Omar García detuvo en la colonia El Roble de Acapulco, apenas el sábado 18 de octubre, a seis integrantes de una célula delictiva, incluido un jefe de plaza. La noticia se vendió mediáticamente con gran alharaca. Pero justo ese día, en la carretera Teloloapan-Arcelia, fue encontrado asesinado a balazos y sentado en una silla, el exfiscal de inmigrantes de Chiapas, Javier Vázquez Moctezuma. El marcador señalaba empate: una captura masiva y ruidosa ensombrecida por un crimen contra un exfuncionario. El desempate vino ese mismo miércoles, apenas unas horas después de que García Harfuch festinara en el senado en el sentido de que “hoy se cometen 27 homicidios menos al día, lo que representa una disminución del 32 por ciento”. En respuesta a esa postura, en el municipio de Iguala, ejecutaron a siete personas. Antes, el lunes 20, habían secuestrado, torturado y asesinado al líder de los limoneros en Apatzingán, Michoacán, Bernardo Bravo Manríquez. La Fiscalía de la vecina entidad detuvo horas después a varios de los presuntos responsables. Pero las cifras reales de los homicidios dolosos mostraban la desventaja de Harfuch frente al imparable avance del crimen que siempre va dos pasos adelante. 2.- Maquillados los números que son opacados y desmentidos por la realidad real, el gobierno de los Estados Unidos tiró por los suelos la euforia que horas antes había disfrutado García Harfuch en el senado. El presidente Donald Trump salió oportuno ayer jueves, a echarle más leña al fuego. Evaluó por enésima ocasión, el desempeño de la presidenta Claudia Sheinbaum: “tengo gran respeto por la presidenta, una mujer que considero extraordinaria. Es una mujer muy valiente, pero México está gobernado por los cárteles y tenemos que defendernos de eso”, sentenció el también magnate hotelero. El golpe bajo llevaba desde luego, dedicatoria específica para Omar García Harfuch. Así, a la seducción sutil de este último personaje mostrada frente a los senadores mexicanos que lo reconocieron plenamente; a los vítores, aplausos y simpatías con que fue recibido y despedido; a todo ese destello de algarabía política tumultuaria y desmedida que mostró efímeramente un mundo gobernado por las ficciones, el presidente norteamericano se atravesó en el camino poniendo el dedo en la llaga. Lastimando esa herida purulenta e infecta, carcomida por el cáncer. Y el silencio de Omar frente a esa embestida política extranjera resultó elocuente.
HOJEADAS DE PÁGINAS…Para efectos de acaparamiento del poder y no como medida saludable a fin de fortalecer los procesos democráticos, el diputado local morenista, Aristóteles Tito Arroyo propuso mediante iniciativa de reforma a la Ley Orgánica del Poder Legislativo, que “solo los diputados electos por voto popular presidan la Junta de Coordinación Política (Jucopo) en el Congreso local”. En un visible acto de discriminación política, evaluó que los diputados locales plurinominales tienen menos derechos políticos que aquellos elegidos por el principio de mayoría relativa, cuando la Constitución política local los iguala a todos. La propuesta del legislador rebasa los límites del asombro y del desparpajo. Porque es obvio que su grupo político ─liderado por Jacinto González Varona, dirigente estatal del Morena─ intenta recuperar la Jucopo por todos los medios posibles. Y resulta un verdadero acto de injusticia que el diputado Aristóteles, con este tipo de “iniciativas”, no le rinda culto ni esté en sintonía y se ubique a miles de kilómetros de su homónimo griego.
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