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Ayotzinapa y el movimiento estudiantil del 68

LECTURA POLÍTICA

Ayotzinapa y el movimiento estudiantil del 68

Noé Mondragón Norato

 

El acto más audaz y temerario perpetrado por los estudiantes agrupados en el Movimiento Estudiantil de 1968 consistió en izar la bandera rojinegra de huelga en la plaza de la Constitución de la Ciudad de México. E introducirse a la catedral metropolitana y repicar las campanas. Eso ocurrió durante el mitin y marcha del 27 de agosto de aquel año. El principal temor del entonces presidente priista Gustavo Díaz Ordaz, era que dicho movimiento estudiantil tomara por asalto el poder. Por eso decidió reprimirlos el 2 de octubre con saldos funestos. Lo hizo exactamente treinta y seis días después de que los estudiantes cometieran aquella osadía. Irónicamente y a cincuenta y seis años de esa violenta escaramuza del pasado, esa represión se ha invertido: son ahora los estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa los que acorralan y vandalizan edificios públicos con la complacencia y sumisión de las autoridades. La democracia actual se está midiendo no sólo por los rescoldos de ese ominoso pasado priista, sino por la serie de intereses de poder inconfesables que continúan meciendo esa cuna siniestra, convirtiéndola en semillero de la represión y de la violencia sin fin. Basta con asomarse a los hechos.

LIBERTAD SIN LEY. – Una libertad que pondera el nulo respeto a la Ley deviene en libertinaje. En franca anarquía. Y esa parece ser la “propuesta de lucha” de los normalistas de Ayotzinapa. Se lee así: 1.- Si se mira bien, los dos actos más represivos contra los normalistas de Ayotzinapa han ocurrido en gobiernos estatales guerrerenses vendidos con la etiqueta de “la izquierda”. El primero fue el asesinato de dos de ellos el 12 de diciembre de 2011. Y luego, la desaparición de los 43 en Iguala el 26 y 27 de septiembre de 2014. Gobernaba el perredista Ángel Aguirre quien bajo ese camuflaje —porque su corazón político siempre ha sido priista— ganó el gobierno estatal. El segundo fue el asesinato reciente de otro de ellos el pasado 7 de marzo. Bajo esa coartada, los normalistas vandalizaron las instalaciones de la fiscalía general del estado (FGE) y apenas ayer lunes, el propio palacio estatal de gobierno. Si en 2014 lograron con sus presiones cercanas al terror, tumbar a Ángel Aguirre como gobernante del PRD, ¿pretenden cruzar ese mismo camino con la gobernadora Evelyn Salgado del Morena, un partido vendido también como de izquierda? ¿Qué intereses reales mueven a los normalistas de Ayotzinapa para crear crisis agudas en los gobiernos de esta tendencia ideológica? 2.- Mientras que los estudiantes de octubre del 68 sí pretendían encauzar su movimiento hacia una reforma progresiva del poder —y ese fue el miedo que hizo temblar a Díaz Ordaz—, los de Ayotzinapa utilizan el lenguaje del vandalismo para hacerse notar. Aquellos se enfrentaban con las fuerzas represivas encarnadas en los militares y en los policías judiciales agrupados en la siniestra y extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS). Estos utilizan la violencia y nada más. A falta de contenido firme en sus propuestas y del extravío de la conciencia social de sus líderes, el movimiento estudiantil de Ayotzinapa degeneró. Marcó distancia abismal del movimiento del 68, un evento que tomaron como pretexto en los días previos a la consumación del 46 aniversario de aquella masacre, para ir a secuestrar autobuses al municipio de Iguala y desencadenar después, la consabida desaparición de los 43 en septiembre de 2014. Y si bien es cierto que acusaron al narcoestado como responsable de la desaparición de sus compañeros, dicho señalamiento no cambió el rumbo de los acontecimientos ni logró una justicia más expedita en un país donde los gobiernos establecidos tampoco respetan la Ley. Ni a los partidos políticos les interesa cambiar ese podrido estado de cosas. Por eso, el acto más audaz y riesgoso de los normalistas de Ayotzinapa —a diferencia de los estudiantes del 68 que izaron la bandera rojinegra en el zócalo y repicaron las campañas de la catedral—, consistió justamente, en desafiar en septiembre de 2014 al caudal de fuerzas oscuras que conformaban ese narcoestado. Y hoy no buscan quién se las hizo, sino quién se las pague. El Morena paga una cuenta que no consumió. Qué tal.

HOJEADAS DE PÁGINAS…Lo que dejó el primer debate presidencial entre la morenista Claudia Sheinbaum Pardo, la candidata de la alianza opositora Xóchilt Gálvez Ruiz y el emecista Jorge Álvarez Máynez, fue una lluvia de cifras a favor de cada uno de los participantes, pero también cundieron las descalificaciones personales. Afloró el eterno e inacabado problema de la corrupción del pasado priista-panista y del presente morenista. El cuestionamiento ácido al actual régimen liderado por el presidente AMLO. Ofertaron discursos frívolos y desconectados de las actuales realidades ominosas y amargas. Y el asunto de la inseguridad y la violencia quedó en suspenso. Al final y como siempre ha ocurrido, tanto Xóchilt como Claudia se declararon ganadoras del debate. La realidad es que se percibió como una pasarela de reiteraciones que lindó con la comicidad.

 

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