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The Guardian y La Vanguardia abandonan X: el absurdo de pensar que Elon Musk los necesita

The Muffin

The Guardian y La Vanguardia abandonan X: el absurdo de pensar que Elon Musk los necesita

Mauricio Cabrera

Abandona la plataforma de Elon Musk argumentando que los beneficios de estar ahí se han diluido.

Que son más los perjuicios que las ganancias de invertir tiempo y atención en X.

“We wanted to let readers know that we will no longer post on any official Guardian editorial accounts on the social media site X (formerly Twitter). We think that the benefits of being on X are now outweighed by the negatives and that resources could be better used promoting our journalism elsewhere.”

Señalan a Elon Musk como responsable de haber convertido a X e una plataforma de propaganda republicana.

This is something we have been considering for a while given the often disturbing content promoted or found on the platform, including far-right conspiracy theories and racism. The US presidential election campaign served only to underline what we have considered for a long time: that X is a toxic media platform and that its owner, Elon Musk, has been able to use its influence to shape political discourse.

Aquí mismo lo he bautizado como la plataforma militante más grande del mundo.

Ya con un puesto oficial en el gabinete de Donald Trump no se puede más que augurar que la tendencia irá a más.

Jim Vandehei y Mike Allen, cofundadores de Axios, no exageran cuando lo califican como el hombre no electo más poderoso de toda la historia.

Musk en la era de Donald Trump es gobierno, es medio, es empresario vinculado a contratos con el mismo gobierno y es, incluso, un algoritmo a través de X.

Nunca antes se había visto tal nivel de conflicto de interés.

Y sin embargo, no se ve por dónde pueda ponérsele un freno.

A Musk X no le ha resultado un gran negocio.

Pero su apuesta de entregarse a la causa republicana en el apogeo de Donald Trump le ha dado un poder que de múltiples formas beneficiará sus otros negocios.

Respecto a la decisión de The Guardian, hay que etiquetarla entre el marketing y la congruencia.

Para efectos prácticos, X ni siquiera siendo Twitter resultó indispensable para los medios.

Nunca fue un generador de ingresos.

Nunca fue un generador de tráfico significativo.

Y la influencia que genera y generaba desde entonces se concentra y se concentraba mucho más en la conversión y reacciones a partir de las opiniones de marcas personales.

A favor de Twitter, los medios nunca entendieron cómo extraer valor de la plataforma.

En vez de procurar la conversación con su comunidad, se concentraron en buscar clics y en compartir titulares informativos.

Optaron, como suelen hacerlo, mucho más por la cantidad que por la calidad.

Sí, The Guardian tiene 10.8 millones de seguidores en su cuenta principal de X.

Pero a decir de los números no se le echará de menos en X.

Sus posteos registran métricas paupérrimas.

De sus últimas once publicaciones, diez no exceden los 175 likes.

A nivel retuits, su resultado más destacado entre esas diez publicaciones alcanza 75.

En X, The Guardian no compartía más que links.

Su única publicación de éxito ha sido su anuncio respecto al porqué se va de X.

Ahí sí que los resultados son positivos.

Más de 14 mil 800 retuits.

Más de 31 mil 500 likes y 23 mil 500 comentarios.

Un alcance de 20.5 millones de usuarios.

Para The Guardian, su salida de X ha sido una ruidosa estrategia de marketing.

Poco más que eso.

Porque lo primero que ha ocurrido es que los usuarios de X le han dicho que era innecesario anunciar su partida.

Que X no es un aeropuerto para tener que avisar el estatus de una publicación.

La Vanguardia de España se ha montado a la misma ola.

Presenta los mismos argumentos que The Guardian.

La Vanguardia dejará de publicar tuits de forma directa en la red social X y dejará en suspenso sus cuentas. Esta red social se ha convertido en una plataforma en la que encuentran una caja de resonancia, las teorías de la conspiración y la desinformación, unas ideas que tienen en lo que una vez fue Twitter una vía para multiplicar su alcance que no tendrían si tuviera una moderación efectiva y razonable.

Cuestiona tanto la información que se comparte en X como el modo en que la plataforma utiliza ese tipo de conversaciones para mostrar inserciones publicitarias.

Este diario constata que las ideas que atentan contra los derechos humanos, como el odio a las minorías étnicas, la misoginia y el racismo forman parte de los contenidos virales que se distribuyen en X, donde adquieren viralidad y captan más tiempo de los usuarios en ella para ganar más dinero de las inserciones publicitarias.

Para respaldar su decisión, se apoyan en Yuval Noah Harari.

En una entrevista reciente para el mismo diario, Harari aseguró que más del 20% del contenido de X lo determinan bots, algoritmos que “deciden qué voces silenciar y amplificar”.

Como en el caso de The Guardian, su única publicación de éxito ha sido el anuncio de su adiós de X.

Como en el caso de The Guardian, resulta altamente improbable que al menos un puñado de usuarios extrañen su presencia en la plataforma.

Las cuentas de verdadera influencia en X no son las de los medios.

Son, nos guste o no, las de Joe Rogan, las de Elon Musk o las del propio Donald Trump.

Las de propagandistas y analistas de uno y otro lado que fomentan la conversación.

Con decisiones como las de The Guardian y La Vanguardia, queda la sensación de que el periodismo tira la toalla ahí donde la batalla está perdida.

Los medios, como lo escribí en el envío de ayer, han visto caer su poder.

Su influencia está colapsada entre los creadores y los algoritmos.

X es más que Fox News.

TikTok es más que CNN.

Joe Rogan es más influyente que Javier Godó de La Vanguardia.

Elon Musk es más influyente que Will Lewis del Washington Post.

Los medios en vez de acoplarse a las complejas circunstancias actuales, pretenden hacerse a un lado como si por ese simple acto de manifestarse fuera a producirse un traslado masivo de las redes sociales hacia sus respectivos sitios.

En ese afán por mostrar su línea editorial, descalifican a X.

Y ese señalamiento podría no ir en contra de la verdad, pero no deja de terminar por convertirse también en un ataque directo a aquello en lo que millones de personas en Estados Unidos creen.

Lo creen a grado tal que votaron porque Donald Trump volviera a la Casa Blanca.

La Vanguardia y The Guardian se quejan de un adoctrinamiento por parte de X y de Elon Musk.

Pero en muchos sentidos asumen esa misma postura al lanzarse de forma tan abierta en contra de lo que no encaja con lo que ellos perciben como verdadero, confiable y responsable.

La desinformación es una realidad en X.

También el exceso propagandístico y el manejo a conveniencia del algoritmo.

Pero cuando vas perdiendo una batalla como lo estás haciendo, no parece recomendable recluirse en supuestos valores que la audiencia pone en tela de juicio.

La Vanguardia y The Guardian se regocijan hoy con un anuncio que les ha traído atención y viralidad.

Pero su verdadero beneficio es tan pírrico como dejar de invertir algunos recursos en una plataforma que nunca fue significativa para ellos.

En parte porque X nunca ha encontrado un modelo para los medios.

En parte porque los medios nunca adoptaron una estrategia que fuera más allá de los clics.

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