Los canales de streaming aceleran la muerte del periodista anónimo
Storybakers:
Se acabó el anonimato para el periodismo.
No aplica más esa falta de identidad.
No aplica más el crecimiento silencioso que o se percibía dentro de una organización o servía para muy poco.
No aplica más el que un jefe decida si una persona puede o no compartir su nombre frente a la audiencia.
Es necesario que así sea.
El periodista no puede vivir más bajo el esquema de obrero al que se le confinaba en los medios escritos impresos.
Hacerlo representa entregar su huella profesional a cambio de un sueldo.
Empeñar su futuro en una organización que posiblemente no exista más en cinco o diez años.
Aceptar el crecimiento potencial en un organigrama para aspirar a un trabajo mejor remunerado.
Los medios escritos en su traslado a digital extendieron esa estructura jerárquica que no visibilizaba más que a los columnistas.
Si eres redactor, tu nombre es lo que menos importa.
Lo publiques o no, para la audiencia pasará desapercibido.
Si eres becario, tienes que luchar porque tu nombre pueda aparecer en la publicación.
Pero digital, aún en lo escrito, funciona cada vez más como la radio y la televisión.
Con marcas personales que ameritan contratos especiales.
Con comunidades que siguen a una persona en particular.
Lo analizo a fondo en este episodio de La Sociedad del Contenido: no ha existido televisora exitosa sin grandes marcas personales.
No ha existido radiodifusora exitosa sin grandes marcas personales.
No existe canal de streaming sin grandes marcas personales.
E incluso cuando se trata de newsletters importa cada vez más quién lo firma.
La reflexión surgió mientras analizaba el boom de los medios basados en streaming en Argentina.
Más allá del éxito comercial que puedan alcanzar, plataformas como Luzu y Olga contribuyen a que resulte cada vez más complejo retener y atraer talento para los medios tradicionales.
Si se trata de notoriedad, un video viral en TikTok puede ser más efectivo que años de estadía en El Clarín o La Nación.
Si se trata de comunidad, ser integrante de cualquiera de estos medios en streaming puede ser más útil que vivir día a día en la redacción de uno de los legacy.
Existe, claro, la opción de perseguir un rol jerárquico dentro de las grandes instituciones periodísticas.
Pero fuera de esa posibilidad que se presenta sólo para unos cuantos, las nuevas y viejas generaciones comprenden que existen vías mucho más efectivas para aspirar a verdaderos niveles de diferenciación.
Aunque con sus excepciones, la mayoría de los que integran un canal de televisión aspiran a ser los presentadores de los programas estelares.
Entienden que ahí está la verdadera oportunidad económica y reputacional.
Incluso aquellos que se enfocan en ser reporteros, procuran para sí una construcción de marca que los convierta en un sello de calidad.
Pasa lo mismo con las emisoras de radio.
A nivel costo beneficio en los impresos, más valía ser columnista que redactor o reportero.
Para los medios digitales enfocados en volumen lo que trasciende es el volumen de audiencia y de contenidos.
Bajo esa dinámica, los menos beneficiados son los realizadores de ese contenido.
Caso distinto al del posicionamiento que se consigue a través de newsletters de autor.
O del rol de los columnistas que pasaron de ser motivo de compra de un impreso a ser uno de los grandes imanes de suscriptores.
Toda organización periodística requiere de periodistas abeja que se encargan de mantener la maquinaria en funcionamiento.
La pregunta es qué tipo de talento seguirá aceptando esos roles frente al apogeo de la marca personal sobre la corporativa.
Frente a la promesa de una comunidad leal y específica lanzada por las plataformas sociales.
Los canales de streaming nunca competirán por el volumen frente a los medios digitales convencionales.
Pero sí compiten en influencia y relevancia.
Y superan en lealtad y capacidad de mover a la audiencia.
Entre más abunden estos casos, más complicado será convencer a periodistas de actuar como obreros de la información.
Sin anteponer su marca personal.
Sin buscar una notoriedad que cada vez resulta más necesaria.
Sin luchar por mostrar su voz mientras se pierden en el vacío de la nota informativa.
Los medios tradicionales en digital no están diseñados para el periodismo de autor.
Pero la audiencia sí que lo demanda.
Y por tanto, los periodistas de talento que entienden que el sueldo percibido no puede ser el único beneficio de formar parte de un medio.
Que debe haber espacio para construir su marca.
Que debe haber espacio para desarrollar su propia comunidad.
Que debe haber espacio para crear producto que derive en nuevas fuentes de ingresos.
En la era de los medios personales, el anonimato es un suicidio.
Los medios tendrán que pensar cómo integrar a esas marcas personales sin desatender el negocio del volumen.
Habrá que ver si lo consiguen.
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