Del otro lado, Monreal observa como buen estratega político. En silencio, con cara de póker, quizá esperando que el pleito le dé ventaja en algún momento. Al fin y al cabo, en la política mexicana, a veces el que menos se mueve es el que termina ganando.
Por Amaury Sánchez
13/12/2024
CdMx
Pensábamos que los pleitos de la Cuarta Transformación se limitaban a discusiones sobre spots de campaña, si el avión presidencial merecía ser un Airbnb flotante o el santo grial de los museos de Texcoco. ¡Pues no! Resulta que el drama interno tiene giros dignos de serie de Netflix, esta vez con Adán Augusto López Hernández en el papel de héroe (o villano, según quién lo cuente) enfrentándose nada menos que a Ricardo Monreal en el Torneo Nacional de Contratos Sucios y Elevadores Descompuestos.
En el cuadrilátero senatorial, Adán Augusto, con el estilo de quien está a dos pasos de lanzar su propio talk show, desató la polémica: contratos irregulares, presupuestos inflados y, por supuesto, un archivo histórico que parece más perdido que el sentido común en tiempos de campañas. Según el flamante presidente de la Junta de Coordinación Política, ¡150 millones de pesos al año se iban al despeñadero! ¿Y qué obtenían los contribuyentes por ese billetazo? Un archivo empolvado en una bodega de Hidalgo (donde ni los historiadores saben llegar) y unos elevadores que, más que subir, se especializan en bajar la moral.
Pero no se preocupen, porque Adán Augusto ya se puso el uniforme de “Inspector de Transparencia” y arrancó el proceso de rescisión de contratos. Eso sí, no sin antes ofrecernos un dato digno de aplauso lento: 90 millones de pesos anuales para darle mantenimiento a unos elevadores que ni funcionan. ¿Quién firmó esos contratos? ¡Ah, misterio! Como buenos fans de la opacidad, nadie sabe nada y todos se echan culpas.
Lo que sí sabemos es que, entre señalamientos de chantajes y contratos, Adán no dudó en repartir guamazos mediáticos. A los periodistas incómodos les dejó clarito: “Sí conozco a los firmantes de los contratos, pero ni se hagan los chantajistas”. En su versión de los hechos, todo es parte de un complot donde Latinus —ese portal que parece el villano recurrente de la 4T— tiene más que ver con facturas turbias que con periodismo de investigación.
Del otro lado, Monreal observa como buen estratega político. En silencio, con cara de póker, quizá esperando que el pleito le dé ventaja en algún momento. Al fin y al cabo, en la política mexicana, a veces el que menos se mueve es el que termina ganando.
Y mientras estos dos pesos pesados de la 4T se tiran golpes, los ciudadanos seguimos atrapados en el eterno segundo piso, sin elevador que suba. ¿Se arreglarán los contratos? ¿Llegará la transparencia al Senado? ¿O todo quedará en el archivo histórico de las promesas incumplidas? Quién sabe, pero mientras tanto, el show continúa, las facturas siguen volando, y los elevadores, como siempre, siguen en el mismo lugar: ni suben ni bajan.
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